Pedro estaba en clase un poco
aburrido. La maestra les dijo que debían colorear los dibujos en blanco y negro
del cuadernillo. ¡Qué aburrido!
- ¡No quiero colorear esos
dibujos feos! Dijo enfurruñado y haciendo pucheros.
Allí estuvo hasta quedarse
dormido de puro holgazán.
Soñó que estaba en clase con
todos los compañeros. Ellos dibujaban, pero no eran como él les recordaba.
¡Estaban en blanco y negro! Como
en los dibujos del cuadernillo.
Estaba asustado. Miró sus
pantalones, las faldas, las paredes… el cielo. Todo estaba en blanco
y sin colorear.
Quiso hablarle a Sarah, su
amiga, y preguntarle qué pasaba. Seguramente ella le diría algo que le
tranquilizaría.
Fue a ella y le miró a los ojos.
No eran así sus ojos. Su mirada parecía otra sin sus colores.
Y más se asustó Pedro; no
recordaba los nombres de los colores. ¿Los lápices tenían colores?
Y estuvo muy triste
- Mis amigos no están alegres
sin sus colores.- Pensó
Y pronto recordó el color de los
ojos de Sarah
- ¡Verdes!, gritó
De pronto se encontró en su aula
con sus compañeros de siempre que le miraban extrañados y Pedro, despierto.
Se puso rápidamente a la faena.
Era muy feliz de ver otra vez los colores.
Lo primero, colorear de verde
los ojos que recordaba.
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