Pedro caminaba por el mercado de
la plaza mayor de la mano de su hermana, Gabriela.
Eran momentos incómodos para
Pedro. A veces le gustaría ir a jugar en el cajón de arena, otras veces le entusiasmaban
los colores de las golosinas en las tiendas y paradas.
Pero lo que más molestaba a
Pedro era que su hermana le llevara siempre de la mano. Era la hermana más guapa
de todo el pueblo, pero a veces le regañaba si se separaba de ella.
En más de una ocasión le pidió a
su hermana de pararse y descansar… y tomar un poco de agua.
Luego de pararse en muchas
tiendas, dieron la vuelta a la plaza y llegaron a otra plaza más pequeña y con
más bancos y más sombra. Era un lugar más cómodo, sin tanta gente.
En el centro de esa plaza
Gabriela se acercó a un árbol que tenía las hojas blancas.
Pedro se acercó a ver mejor esas
hojas tan raras. Eran papeles doblados.
- ¿Por qué tiene las hojas de
papel, éste árbol?
Preguntó Pedro a su hermana
- Son papeles que la gente
escribe y luego cuelga en las ramas
Mientras le explicaba, Gabriela
fue doblando lentamente un papel y con el mismo gesto llevó el papel a una rama
y lo anudó en ella.
Era el mismo gesto que veía en
su hermana cuando se arrodillaba en la iglesia.
- ¿Por qué has puesto ese papel
en el árbol?
- Es un deseo, como una plegaria.
La gente pone en éste árbol los deseos que les gustaría que se cumplan.
En ese momento, Pedro pudo ver
que el árbol estaba lleno de papeles atados a sus ramas. Mucha gente escribió
sus deseos y los dejó allí.
- ¿Tú, qué has pedido en tu
papelito?
Preguntó Pedro
- Pedí que papá y Fernando
lleguen bien del trabajo. Estarán hasta la semana que viene faenando en el mar.
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