Ya llegaba tarde! Primero el tren, luego, el atasco… Parecía
como que la bendita reunión se debía posponer por una razón u otra.
Cruzó al trote la calzada por donde no estaba el paso cebra.
Justo tras de él sintió un ruido de ruedas chillando en el
asfalto.
De puro susto saltó hasta llegar a la salvación de la
vereda.
Al volverse vio la figura de un hombre arrodillado sobre el
asfalto entre el endemoniado tránsito. ¡Estaba herido!
Los coches y autobuses pasaban a su lado peligrosamente.
Nadie se percataba que estaba herido.
¡Si no tienen cuidado, le atropellarán, otra vez!
Recordó la reunión. Era con un proveedor muy desagradable
que siempre discutía por teléfono.
Con arrojo y más miedo llegó hasta el pobre hombre que ya
gemía de dolor.
Le rodeó con sus brazos y volvió al punto donde dejó casi
abandonado su portafolios; sobre él hizo sentar al herido.
- Gracias, hombre. Estoy temblado del susto. ¡Mire como le
he dejado su traje!
Sin importarle su caro traje, miró la herida y a su
alrededor. Todo el mundo les miraba. ¡Y esa voz del hombre herido le parecía
familiar! Una señora, se acercó:
- ya viene una ambulancia
La ambulancia y policía llegaron tan pronto que ni pudo
relajarse.
¡La reunión! ¿Cómo hacerla luego de todo este trance?
Puso un corto mensaje a la oficina: “llego en media hora”
- Lo suficiente para tomar una tila y limpiar el traje -
pensó
Al llegar a la oficina todo parecía normal. Su secretaria le
avisó:
- La reunión, se pospone. El proveedor tuvo un accidente en
la calle cuando venía hacia aquí.
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