martes, 10 de septiembre de 2013

el árbol de los deseos

Pedro caminaba por el mercado de la plaza mayor de la mano de su hermana, Gabriela.
Eran momentos incómodos para Pedro. A veces le gustaría ir a jugar en el cajón de arena, otras veces le entusiasmaban los colores de las golosinas en las tiendas y paradas.
Pero lo que más molestaba a Pedro era que su hermana le llevara siempre de la mano. Era la hermana más guapa de todo el pueblo, pero a veces le regañaba si se separaba de ella.
En más de una ocasión le pidió a su hermana de pararse y descansar… y tomar un poco de agua.
Luego de pararse en muchas tiendas, dieron la vuelta a la plaza y llegaron a otra plaza más pequeña y con más bancos y más sombra. Era un lugar más cómodo, sin tanta gente.
En el centro de esa plaza Gabriela se acercó a un árbol que tenía las hojas blancas.
Pedro se acercó a ver mejor esas hojas tan raras. Eran papeles doblados.
- ¿Por qué tiene las hojas de papel, éste árbol?
Preguntó Pedro a su hermana
- Son papeles que la gente escribe y luego cuelga en las ramas
Mientras le explicaba, Gabriela fue doblando lentamente un papel y con el mismo gesto llevó el papel a una rama y lo anudó en ella.
Era el mismo gesto que veía en su hermana cuando se arrodillaba en la iglesia.
- ¿Por qué has puesto ese papel en el árbol?
- Es un deseo, como una plegaria. La gente pone en éste árbol los deseos que les gustaría que se cumplan.
En ese momento, Pedro pudo ver que el árbol estaba lleno de papeles atados a sus ramas. Mucha gente escribió sus deseos y los dejó allí.
- ¿Tú, qué has pedido en tu papelito?
Preguntó Pedro
- Pedí que papá y Fernando lleguen bien del trabajo. Estarán hasta la semana que viene faenando en el mar.

un samaritano del asfalto

Ya llegaba tarde! Primero el tren, luego, el atasco… Parecía como que la bendita reunión se debía posponer por una razón u otra.
Cruzó al trote la calzada por donde no estaba el paso cebra.
Justo tras de él sintió un ruido de ruedas chillando en el asfalto.
De puro susto saltó hasta llegar a la salvación de la vereda.
Al volverse vio la figura de un hombre arrodillado sobre el asfalto entre el endemoniado tránsito. ¡Estaba herido!
Los coches y autobuses pasaban a su lado peligrosamente. Nadie se percataba que estaba herido.
¡Si no tienen cuidado, le atropellarán, otra vez!
Recordó la reunión. Era con un proveedor muy desagradable que siempre discutía por teléfono.
Con arrojo y más miedo llegó hasta el pobre hombre que ya gemía de dolor.
Le rodeó con sus brazos y volvió al punto donde dejó casi abandonado su portafolios; sobre él hizo sentar al herido.
- Gracias, hombre. Estoy temblado del susto. ¡Mire como le he dejado su traje!
Sin importarle su caro traje, miró la herida y a su alrededor. Todo el mundo les miraba. ¡Y esa voz del hombre herido le parecía familiar! Una señora, se acercó:
- ya viene una ambulancia
La ambulancia y policía llegaron tan pronto que ni pudo relajarse.
¡La reunión! ¿Cómo hacerla luego de todo este trance?
Puso un corto mensaje a la oficina: “llego en media hora”
- Lo suficiente para tomar una tila y limpiar el traje - pensó
Al llegar a la oficina todo parecía normal. Su secretaria le avisó:
- La reunión, se pospone. El proveedor tuvo un accidente en la calle cuando venía hacia aquí.